Mi amiga Silvia me llamó para pedirme un favor, necesitaba que hiciera de interprete en un congreso para un ponente, me dijo el nombre y algún dato más: americano y discapacitado. Tenía que estar a su lado durante otra ponencia para explicarle lo que estaban contando.

Dije que sí sin pensarlo, no por interés en este señor, del que no había oído hablar, solo por ayudar a mi amiga. En ese momento no era consciente de que conocer a este personaje me ayudaría aún más a mí.

Me considero una persona agradecida, cada día tengo por costumbre, dar gracias a Dios por las bendiciones de mi vida: por mis hijos especialmente, por su salud, por verlos tan llenos de vida.  Y es que cuando tienes hijos muchas cosas en la vida se ven de otra manera.

Llegué pronto a la sala Mozart, Kyle ya estaba allí, relajado, cercano y lleno de vida. Me sorprendió su calidez y su naturalidad a la hora de saludarme. Rápidamente me invadió su entusiasmo y la pasión de sus palabras. Una vez empezó su conferencia, no pude evitar emocionarme con su historia. Una lección de vida para todos, no solo por su entereza sino porque sus padres son un ejemplo para todos. Se esforzaron en hacer que llevara una vida normal, en enseñarle a él y a la sociedad que su vida, como cada vida, era digna de ser vivida. No tener brazos ni piernas no ha sido un impedimento para que tenga una vida plena y además comparte con los demás sus ganas de vivir y la idea de que el límite sobre lo que podemos o no hacer está en nosotros mismos.

Nos habló de su libro Sin excusas, en el que habla de todas las excusas que ponemos para pensar que no somos capaces de hacer ciertas cosas, que los muros que tenemos delante no son insalvables y que si tenemos fe podemos hacer todo aquello que nos propongamos. Me emocionó más aún si cabe, cuando contó su aventura en el Kilimanjaro, la dificultad de subir esa cima con sus limitaciones físicas, su dolor, su sufrimiento y cómo para él era un símbolo poder llegar, no solo por él sino por muchos otros discapacitados. Pensé en mis propias cimas, en la lucha personal por llegar a una meta que cada uno de nosotros haya podido tener.

Ha sido una gran experiencia haber podido ser parte de esta iniciativa. Y qué bonito que la gente joven haya podido conocerlo y escucharlo.

Muchas gracias Silvia Sanjuán y muchas gracias Fundación Canfranc. Enhorabuena por vuestro trabajo.

Yoanella Blanco